VENDARIO

23/11/13

Ejercicio Narrativo 1

Recuerdo la primera pastilla, el psiquiatra me la había recetado para regular mis niveles de serotonina y anular mi depresión, la cual llevaba años atormentándome. Al principio funcionaba, todas las noches tomaba una pastilla y dormía tan bien, que al día siguiente me sentía maravilloso. Pero conforme pasaban los meses la pastilla parecía perder efecto y pronto tuve que tomar más de una, hasta el grado en que necesitaba tomar más de cinco pastillas al día, esto provocó en mí un efecto secundario (si no es que varios) que consistía en salirme de control y no recordar lo que hacía. Sin embargo recuerdo claramente mi delito, lo que no me explico es cómo en tal grado de conciencia fui capaz de cometer tal atrocidad.
Esa noche llegué completamente dopado a la casa, que compartía únicamente con mi sobrino, con quien vivía desde que mi hermano y su esposa murieron en un accidente. Al llegar lo primero que pasó por mi mente fue tomar el atizador de la chimenea, y como arrastrado por una fuerza sobrenatural me conduje hasta el cuarto de mi sobrino, quien al notar mis extraños comportamientos me quitó esa mañana el botecito de pastillas amenazando con llamar a mi psiquiatra, entré a la habitación y le clavé el atizador, hice jirones dentro de sus entrañas pensando en la calma que me daría la siguiente pastilla.

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